Tuesday, April 25, 2006
CRISTO REY de Cali
Cristo Rey
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Un mes después de haber vuelto a la casa de sus
padres, recordaba con dulzura a su amigo de infancia, de adolescencia, de juventud,
cada vez que observaba al gravado de un ave encima del portal de la casa...
pero los tiempos habían tomado otra directriz, hoy Sinclair divagaba por entre otras áreas paralelas del
pensamiento.
En las horas cuando se sentaba a compartir la cena
con sus padres, se perdía entre sus propios pensamientos, mientras que ellos le
estaban contando historias, ya sobre el vecindario que había cambiado mucho...
“pasan muchos camiones grandes por la cuadra”, decía su madre, “ya no es un
barrio residencial como antes”... sobre el matrimonio de sus hermanas... para Sinclair no importaba demasiado las realidades
familiares, pero le fascinaba concentrarse en escucharles sus historias, esto
hacia feliz en gran manera a sus padres, el solo hecho de acompañarles a escuchar
sus conversaciones: los cuentos de antaño de sus padres, ora de cuando eran
niños y de aquellos lugares geográficos tan diferentes y opuestos el uno del
otro de donde fueron criados, que describían bien a sus padres, sus
personalidades, su formación familiar, ora de cuando se conocieron en
Manrique... su noviazgo. Todos estos espacios y familias giraban por entre la
mente de Sinclair y se ligaban
como en una nostalgia, sobre todo cuando las historias eran acompañadas por
música de sus épocas.
Los días pasaban, ya se habían ido siete meses en
casa de sus padres, todo había sido ameno, si no sintiera el cosquilleo de que
debía hacer algo, si tuviera siete años, solo pensaría en jugar, comer y
dormir... pero esos deseos de adulto que se le habían desarrollado, como el de
la creatividad, no podía ahogarlos... para sus padres, era todavía el hijo...
pero Sinclair tenia que soltarle
las riendas a la creatividad, pensaba que la pintura podría ser la clave para
desarrollar lo que visualizaba, y en escribir versos metafóricos de vez en
cuando. así que para poder dedicarse a ello tendría que buscar donde vivir y
trabajar al mismo tiempo, un trabajadero, un atelier... cuando le contó a su
madre, pudo ver en ella la tristeza de la separación, pero ella sabía que debía
de darle a su hijo la oportunidad y ayudarle a alcanzar ese objetivo de
importancia... lo llevo al ático de la casa y cuando estuvieron allá, abrió un
baúl que ella tenia bien cuidado, donde guardaba su mas preciado tesoro, los
oleos, pinceles y demás materiales de pintura que ella había usado durante toda
su vida desde niña, ahora que no los usaba mas, se los ofreció a Sinclair como prenda de amor y apoyo a su nueva
carrera. Por el lado de su padre, este le conversaba sobre los caminos de la
vida, le aconsejaba a su manera, toda la vida lo había hecho, y a Sinclair le gustaba escucharlo por largos momentos,
era para Sinclair como recibir la
forma en que su padre demostraba cariño.
VI y
ultima parte... ( REENCUENTRO
)
Ya vivía Sinclair tiempo a en su atelier, donde jugaban los
colores que la creatividad le regalaba, y su vivir se iba en solo esto; en
visitar a sus padres, e ir al campo de vez en cuando buscando inspiraciones
externas q acompañaran sus lienzos.
Una mañana cuando salía hacia el mercado cercano, vio
en la distancia una silueta familiar femenina de alguien de su pasado...
alargando los pasos, entro en el mercado buscándola y luego de un par de
vueltas, diviso una cabellera resplandeciente pero desconocida; aun así se le acerca
-el sentir del cuerpo era fuerte... ella deslizaba su mano blanca entre
manzanas rojas... “hola, ¿no sos Eliza la enfermera totalmente cambiada?”, dijo
Sinclair... ella miraba a Sinclair y no lo creía... “sí, sos vos Hermann, pero
¿qué haces aquí?”
-
“¿cómo
que qué hago aquí, mis padres siempre han vivido por acá”
-
“estas
totalmente restablecido”
-
“si,
después que dejastes el Hospital, a los meses y me dieron de alta”
-
“¿y a
que te dedicas ahora?”
-
“tengo
un atelier donde pinto, escribo y aprendo de la vida... pero, vos Eliza,
contame que haces en este pueblo...”
-
“oh,
perdona, estoy de vacaciones visitando a mi abuela que vive por acá cerca, a
propósito, ¿te gustaría venir conmigo y nos acompañas en el almuerzo?, pensaba
hacer algo de brócoli con aceite de oliva y ajo, pasta integral con queso, y
manzanas... ¿te gusta la idea?”
-
“pues a
simple vista parece saludable... ¿porque no?”
los chicos salieron después de las compras hacia casa
de la abuela, Eliza parecía bastante emocionada con la idea de haberse encontrado
por casualidad con Sinclair.
Fueron tres meses, donde visitaron museos de arte,
fueron al teatro, la opera, conciertos de cámara, el cine club, lecturas de
poesía en la biblioteca, se bañaron en el río, acamparon en los Farallones,
caminaron la ciudad de sur a norte, aun tuvieron tiempo de ir a pequeños
conciertos urbanos donde varios amigos
de Sinclair se presentaban.
Una tarde cualquiera se dieron cuenta que se habían
divertido bastante durante esos últimos días desde su reencuentro, se habían
divertido como dos niños, pero aquella tarde, les llego como lluvia al
pensamiento, el que Eliza tendría que
viajar al otro día... tenían veinticuatro horas para despedirse, para cojersen
de la mano, para mirarse a los ojos... que para Sinclair era como zambullirse en un mar de
tranquilidad, el corazón de Sinclair
palpitaba mas rápido, ella solo se limitaba a mirarlo y esperaba, tenia
su mente femenina totalmente desbocada y entregada a sentimientos suaves y
cálidos que le producía el momento. Su corazón burbujeaba por primera vez,
parecía que dejaba de ser niña y comenzaba a sentir palpitaciones nuevas en su
pecho, palpitaciones de mujer, se sentía mujer por primera vez, madura como una
fruta lista para ser cogida en las manos de su amado. Ahora los pensamientos de
Eliza se volvían más frágiles, no conocía el sentimiento nuevo que la
embriagaba totalmente, pero le fascinaba al mismo tiempo... transformación que
afloraba un nuevo vivir en ella... su cabello formaba ondas diferentes cuando
el viento lo bamboniaba... sus manos estaban mas suaves, y todo el río de amor
que generaba desde el interior de su corazón, le salía automáticamente a
borbotones por los ojos, por la piel, por los labios... y mientras tanto Sinclair indefenso a las maravillas que de ella
coloreaban el aire, sucumbía a su ternura y encantos, y todo el ambiente
alrededor donde estaban sentados comiendo pizza, comenzó a desaparecer lentamente, la Gruta dejaba su
existencia, no se escuchaba la música q sonaba a la distancia... no se veían
los chicos que saltaban en las tablas, nada existía en la realidad de Sinclair y su imaginación, solo ella que lo traslada a
otra dimensión alimentada por el increíble fluir q de ella brotaba... se
cogieron de las manos, y se transportaron por entre vegetaciones de muchísimas
formas y colores, no caminaban, solo ondulaban por entre la nueva gama de
caracteres q se aparecían... se miraron otra vez y sonrieron profundamente, sabían que lo de
ellos, lo que sentían y por donde se estaban profundizando, tenia síntomas de
carácter eterno... mientras estaban en este éxtasis, Eliza le susurra en el
pensamiento a Sinclair ...
-
“Hermann,
todo el rededor nuestro es parecido a
las pinturas que haces...”
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